El Santísimo Cristo Yacente es una de las imágenes más antiguas de la Semana Santa de Cehegín. Los primeros escritos que hacen referencia a un Cristo Yacente en la localidad datan de 1.666, según los libros de actas de la Cofradía de la Soledad. Estos escritos también recogen que la imagen fue renovada en 1742, mediante una cuestación popular, conservando la imagen original.
La talla, que data del siglo XVI, tiene unas dimensiones de 161 x 78 cm y está realizada con lienzos de lino estucado y moldeado a mano o con moldes hasta conseguir el volumen, una técnica conocida como papelón. Estos materiales se hicieron muy populares durante el barroco, y muy generalizados en la corona de Aragón y posteriormente en la de Castilla, en esculturas que debían adaptarse a la escenografía de la pasión, cumpliendo un doble papel: representar tanto a Cristo Crucificado como a Cristo Yacente, por lo que debían tener también sus brazos articulados para su adaptación a ambas escenas. En Cehegín, la imagen servía como Cristo Crucificado en la tarde del Calvario y como Cristo Yacente en la procesión del Viernes Santo.
El uso de estos materiales para su elaboración no era casual, dado que el cartón y las telas conformaban imágenes de menor peso que la madera, más económicas y siendo fácilmente manejables.
Sin embargo, esta técnica tenía el inconveniente de ser poco resistente, lo que provocaba frecuentes roturas y reparaciones. Por esta razón, en muchos lugares donde se utilizaron estas imágenes, fueron progresivamente sustituidas por tallas de madera. El Cristo Yacente de Cehegín, no obstante, es un ejemplo excepcional de esta técnica que ha perdurado en el tiempo.
Stmo. Cristo Yacente antes de la restauración de Pilar Vallalta en 2006
En la actualidad, solo realiza la función de Cristo Yacente, debido a la modificación que se le hizo en el año 1992 por su gran deterioro, en la que el restaurador murciano, Antonio García Mengual, decide pegarle los brazos al cuerpo y lo fija a una plataforma de aglomerado imitado a mármol.
En 2006, la imagen fue sometida a una nueva restauración a cargo de Pilar Vallalta Martínez, quien logró, tras una magistral restauración, devolverle su aspecto primitivo. Durante el proceso, se documentaron hasta siete policromías superpuestas, hasta llegar a la primitiva que la restauradora sitúa en el último cuarto del siglo XVI.
La imagen es un Cristo inerte, con la cabeza apoyada sobre el hombro derecho y brazos caídos al cuerpo. Sus pies están superpuestos, con las rodillas flexionadas, lo que delata su doble función como Crucificado y como Yacente.
Luce un paño de pureza anudado en el centro, muy típico de los Cristos murcianos del siglo XVI, de color blanquecino con un borde de oro fino.
Su rosto presenta los ojos entornados, mientras que la boca entreabierta deja escapar un pequeño reguero de sangre, que desciende hasta el mentón. Destaca el contraste entre la cabeza, excelentemente trabajada, al igual que las piernas, mientras el resto del cuerpo presenta un modelado mucho más tosco.
El artista quiso destacar de forma notoria las huellas de la pasión en el cuerpo de Cristo, con especial énfasis en las heridas provocadas por los clavos, la lanza y la corona de espinas, que son claramente visibles.
Stmo. Cristo Yacente antes de la restauración de Antonio García Mengual en 1992